
Chepe Paisa es un divertido personaje creado para hacer preguntas a veces atrevidas pero respetuosas a celebridades que desde su época y con su esfuerzo dejaron huella. Por ello, viaja en el tiempo a entrevistar “en vivo” a los protagonistas.
CHARLANDO CON SAN VICENTE DE PAÚL
Soy Chepe Paisa y como voy a hablar hoy con San Vicente de Paúl lo haré en Granada. Les adelanto que San Vicente de Paúl fue un sacerdote francés del siglo XVII, famoso por su labor con los pobres y está como ocupado, pero me concedió esta entrevista en el parque de mi pueblo.
-Vicente, perdoná la confianza, pero ¿Cúando y dónde naciste vos?
“Soy Vicente de Paúl (sin el “San” por ahora) y mi nombre significa victorioso. Nací el 24 de abril de 1581 en una pequeña casa rural en las afueras de la aldea de Pouy, en Francia.”
-Era pues, el campo o veredas y, seguramente vos tendrías que ayudar con la casa en labores domésticas como encerrar terneros mientras crecías. ¿Sí o qué?
“La modesta condición de mi familia hizo que muy pronto tuviera que contribuir con el trabajo de pastor de ovejas y de cerdos; pero, paralelo a ello cursé estudios primarios y secundarios en Dax, a 5 kilómetros de mi casa.”
-Eso también les tocó a muchos de mis compañeros en mi pueblo, hombre Vicente. Hay por ahí un chisme de que siendo joven te daba pena de tu oficio y de tus papás.
“Déjame seguir, le Chepé y no me haga dar rabia que soy muy milindroso y estoy luchando mucho con mi mal genio. Durante 7 años en Toulouse comencé a estudiar filosofía y teología y luego lo hice en Zaragoza. Me da mucha pena aún, pero por entonces buscaba cargos y honores eclesiásticos; lo único que me interesaba era hacer una carrera brillante. Era como vanidoso o creído, como dicen hoy.
Le cuento que yo, bien inmaduro y pensando en grande, me daba pena de muchas cosas, pero le voy a contar algo de lo que todavía me arrepiento y se me cae la cara de la vergüenza:
Siendo un muchacho, cuando mi padre me llevaba a la ciudad, me daba vergüenza ir con él y reconocerle como padre, porque iba mal trajeado y era un poco cojo. Recuerdo que, en una ocasión, en el colegio donde estudiaba me avisaron que había venido a verme mi padre, que era un pobre campesino. Yo me negué a salir a verle. (Saca un pañuelo y limpia un lagrimón de los ojos).”
-Son bobadas, Vicente, pero, qué pecao con tus papás. ¿Y a vos no se te daba un pito eso de dejar tiraos a los papás? Perdoná, pero me está dando como rabiecita.
“Pero la vida no se queda con nada, le Chepé y en compensación, en muchas ocasiones me humillaría ante los grandes manifestando ese, mi oficio de la infancia. Siempre vestía muy pobremente, y cuando me querían tributar honores, yo decía: «Yo soy un pobre pastorcito de ovejas, sigo siendo siempre un campesino simplón y ordinario». “
-Te supo a cacho, como decimos por aquí; pero valió la pena para ti y para la humanidad, hombre Vicente; aunque hasta aquí poco hacías por llegar a ser santo. ¿O será que soy muy metido?
“Nada de eso, Chepito. El Señor purifica a su elegido con pruebas: te voy a contar otras cositas sobre esa purgada que me hizo la vida.
Una anciana dama de Toulouse me dejó una herencia de 400 escudos, pero a ella se los debía un tipo tramposo, a quien me tocó buscarlo lejos, en Marsella. Duré casi tres años continuos cobrando la deuda y solo recuperé 300.
Yendo en barco de Marsella a Narbona fuimos atacados por piratas turcos y caímos prisioneros. Me llevaron como esclavo a Túnez y me pusieron a la venta en la plaza como si fuera una mula. Me revisaron los dientes, me hicieron correr y levantar pesos enormes para ver mis fuerzas. Me sentí como un caballo
Pasé por varios amos: un pescador, un alquimista que hoy llamaríamos químico, porque combinaba ciencia, filosofía y misticismo para curarlo todo.”
-Pero..
“Espere Chepe que aquí no para la mala racha. No se me acelere que así era yo de garçon o muchacho. En Francia, me hospedé en casa de un amigo y qué le parece pues (ya se me está pegando lo paisa tuyo), que se le perdieron 400 monedas de plata y me echó la culpa. Yo me callaba y solamente respondía: Dios sabe que yo no fui el que robó ese dinero. A los seis meses apareció el verdadero ladrón y se supo toda la verdad.”
-Fuiste el tercero de seis hermanos y de 20 años ya eras sacerdote dizque para ayudar a tu familia pobre. Eso piensan muchos y a la larga, se les va en deseo como al pobre y al feo.
“Fui ordenado sacerdote muy joven con la intención de ser párroco de inmediato y así poder ayudar a mis cinco hermanos y a mis papás; pero una serie de problemas aparecieron a mis treinta años en París, donde encontré inicialmente algunas pequeñas ocupaciones sacerdotales.”
-Y entonces de una vez se comenzaron a cumplir tus deseos de estar con la Jai, como querías inicialmente, ¿Cierto Vicente?
“Nada, hermano le Chepé. Sólo a los 10 años de ordenado y por recomendación de un prestigioso amigo sacerdote entré en 1613 en la importante casa de los señores de Gondi como tutor o guía de los niños y posteriormente director espiritual de la señora.”
-¿Y cómo te fue en la aristocracia? ¿Sí encontraste lo esperado o no?
“Estuve cuatro años y fue ahí donde me di cuenta por primera vez de la enorme brecha entre ricos y pobres, no sólo desde el punto de vista material y social, sino también desde el cultural y moral. Le vendí la idea a la Marquesa para establecer una misión de predicación de cinco años entre los campesinos de sus tierras y me dio recursos. Sin embargo, no encontré apoyo afuera en esta tarea y desistí, dejando temporalmente el castillo y yendo a trabajar en una parroquia rural. Aquí, el contacto personal con las miserias de los campesinos me sacudió aún más profundamente.”
-Pero, usted era un ser humano y por lógica y a pesar de las comodidades en ese palacio, también debió de tener sus dudas, porque le oí decir al Teólogo Wilson Tamayo en una de sus muchísimas charlas, que “solo tienen crisis de fe los que tienen fe” y usted la tenía, si no estoy mal.
“Claro que sí, le Chepé; fue un largo período de duda y desánimo que experimenté allá, similar a una noche oscura del alma y pensaba salir de la comodidad y pasar el resto de mi vida en un modesto retiro, amargado por los desengaños humanos. Durante esta crisis, me aferré a mi Credo y me entregué intensamente a obras de caridad, especialmente al servicio de los enfermos y pobres.”
-Donde hubo fuego cenizas quedan, dicen por ahí, hombre Vicente; pero ¿qué te pasó para hacerte volver a creer?
“A la hora de confesar a un hombre, bien conocido por sus aparentes virtudes y fe, me encontré con multitud de pecados que no se había atrevido a confesar por miedo y por vergüenza. Aquello me impactó y pensé que, si eso le pasaba a una persona sin necesidades, entre los pobres debía de haber también pecados inconfesados. Llamé a varios sacerdotes para invitar a todos los fieles de la zona a hacer confesión general. Durante horas, nobles y campesinos hicieron cola para confesarse tras escuchar mi sermón de invitación.
(En este momento se arriman dos personajes a escuchar la charla)
Todo, pero todo, cambió en 1617. Como primer acto de párroco, me hice cargo de una familia enferma que no tenía nada que comer: organicé, entonces una cadena de solidaridad entre los feligreses que tuvo mucho éxito. Sin embargo, me di cuenta de que una vez que la limosna se hubiera acabado, la familia se habría hundido de nuevo en la mendicidad: por lo tanto, necesitaba una organización más eficiente, a largo plazo, para servir a esta y otras familias necesitadas de la zona.”
–Ya se te veía el cambio, Monsieur Vicente. Contáme qué era eso de los galeotes que no tengo ni idea. ¿era alguna comunidad subversiva o algo así?
“Eran remeros forzados. Por lo general, los galeotes eran reos que purgaban su pena remando en las galeras. Recuerde que no había máquinas y todo era a la pura fuerza en un ambiente de sudor, calor y desaseo espantosos. Los galeotes eran entonces los más pobres de entre los pobres. Con decirle que el capellán se presentó de incógnito a verlos en su labor y dijo que era una verdadera imagen del infierno. De ahí nació la inquietud por formar un grupo de misioneros de las zonas más abandonadas de Francia, lo que fue el embrión de la Congregación de la Misión en 1625.”
-Y salió con toda la fortaleza, hombre San Vicente. Qué bien.
“Dime solamente Vicente que todavía me falta mucho para esa dignidad. Mi campo de acción sería estar en la lucha contra todas las miserias, tanto físicas como morales de mi tiempo; desde los galeotes hasta las prostitutas, sin echar en olvido a las víctimas de las guerras y revoluciones. Comprendí que era el amor lo que movía todas las cosas y elegí dedicarme a transmitir a los demás al menos algo de ese amor con el que me sentía profundamente amado por Dios. El 20 de agosto de 1617, la primera célula de la Caridad Vicentina cobró vida y serían sólo mujeres llamadas Siervas de los pobres.”
Se paró con dificultad del taburete del kiosco y salió acompañado de don Abelardo y Gloria Salazar rumbo a la sede de la Sociedad San Vicente de Paul en Granada, donde don Alfredo y don Arcesio iniciaban una reunión muy importante, sin saber quién llegaría de visita desde Francia.
Notas al margen.
-San Vicente de Paul murió en París el 27 de septiembre de 1660 a la edad de 79 años.
-Su corazón fue extraído y puesto en una urna que aún se conserva en la casa madre de las Hijas de la Caridad. Fue canonizado en 1737.
-Vicente mantuvo una copiosa correspondencia de más de 30.000 cartas, de las que solamente se conserva un diez por ciento. Durante 43 años, no dejó de consumirse por los pobres.
-No dejó ninguna obra escrita: su obra maestra era la Caridad.
-Su canonización se realizó en 1737.
-No obstante, como se podría creer, no fundó la Sociedad San Vicente de Paul, pero sobre sus principios Federico Ozanam fundó las Conferencias de San Vicente de Paúl en 1833.
Glosario:
Milindroso: Resabiado, intocable.
Supo a cacho: Pagó las consecuencias con dolor.
Un pito: Nada.
La Jai: La High, la alta sociedad.
Escudo: El “escudo” (en francés écu) fue una antigua moneda francesa de oro y plata, llamada así por su diseño que incluía un escudo. Se siguió aplicando a las monedas de 5 francos acuñadas en el siglo XIX.
Medellín, 12 septiembre de 2025

José Carlos
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Acumular durante años en su memoria historias, consejas, anécdotas, dichos y apodos para luego contarlas en un lenguaje sencillo, amable y humorístico fue una tarea que se impuso José Carlos Tamayo Giraldo hace más de 25 años para acrecentar el amor de sus paisanos hacia su pueblo, Granada.