Chepe Paisa es un divertido personaje creado para hacer preguntas a veces atrevidas pero respetuosas a celebridades que desde su época y con su esfuerzo dejaron huella. Por ello, viaja en el tiempo a entrevistar “en vivo” a los protagonistas.
CHARLANDO CON LA MULA DEL PESEBRE
Chepe vivía interesado en saber qué se sentía ser parte de un pesebre. Por ello se metió a uno como una imagen más y se puso a charlar con la famosa mula que aparece en la escena navideña.
¡Hey, Mula! “Fiuuuu” ¡arre! ¡Quietaaaa! Contáme vos cómo apareciste en la historia del nacimiento de Jesús. -le gritó de lejitos para no recibir una patada.
– ¿Por qué me arrea y de una me dice que me quede quieta? ¡Defínase, Chepe!
-Lo que pasa es que con lo del censo que ordenó el emperador, José y María tuvieron que ir muy lejos de donde vivían y por eso, para ayudarlos en el trasteo me metieron a mí que porque tengo mucha resistencia, aunque todos dicen que soy muy terca. ¿usted también lo cree, Chepe?
Eso dicen por ahí. ¿Y cómo fue esa travesía muy larga de acuerdo con las distancias actuales?
–Pues, desde Nazaret, donde tenía la carpintería José en Galilea, hasta Belén de Judea, hay más de 150 kilómetros y usted sabe que, como todo el mundo iba a empadronarse o registrarse oficialmente en una lista de personas para que el Imperio Romano pudiera recaudar impuestos y administrar sus territorios, los caminos estaban llenos de gente a pie, asnos, mulas y camellos; mejor dicho, era un “camello” pasar por entre toda esa gente y animales que iban y venían a sus puntos de donde nacieron.
¿Y por qué casi no iban caballos en las caravanas, doña Mula? (¡Y perdone la confianza!)
–Nada de “doña,” Chepe. Soy soltera a mucho honor y, además, estéril. No había casi equinos porque los caballos árabes Purasangre estaban en la guerra y, entonces por ser híbridos a mí, a los burritos y, hasta al buey por ser eunuco como algunos esclavos, ni nos miraban sino para hacer acarreos, como los carros viejitos en las plazas de mercado de ustedes.
Bueno pues, no te considerés tan poca cosa, que a quien aún antes de nacer trajiste en tu lomo, cambió la historia de la humanidad. Valoráte, Mula. Por ahí hay un villancico que habla mal de vos, porque dice que “la malvada mula con sus finos dientes le comió la paja al niño inocente…” ¿Fue cierto o no ese acontecimiento tan poco refinado en vos?
-No me regañe, Chepe. Pues eso piensa usted que está descansadito apretándose las espinillas; pero, después de esa travesía me cogió un hambre tan miedosa que me hubiera comido un caballo; además, usted sabrá que yo soy un simple animal que obedece a los instintos primarios de comer y dormir.
Y, tu compañero el buey ¿qué papel desempeña en este pesebre, Mula?
-Es un animal muy tranquilo y se puso especialmente lento después de esa operación que le hicieron y que lo dejó hasta con voz aflautada; muy distinto a cuando era un toro temido, aguerrido y fuerte. Por eso su papel fue el de calentar al bebé, con su aliento algo fétido, porque recuerde que es un rumiante que devuelve el alimento para volverlo a masticar. Se la abona la buena voluntad, aunque no el mal aliento.
Bueno pues; cuando llegaste a Belén ¿qué fue lo que pasó que no les dieron posada?
-Lo que pasa es que como todo el mundo llegó a empadronarse o sea al censo, todo estaba lleno y por eso en ninguna parte nos dejaron ni pudimos entrar, a pesar de que María venía muy avanzada en el embarazo; casi en trabajo de parto, como dicen hoy.
¡Qué pesar de María y de José, en esa angustiosa espera!
-Sí; Chepe. Ellos calladitos se aguantaban todo eso, porque desde la Anunciación ya sabían que traían un tesoro. Por eso tuvimos que irnos afuera del pueblito donde había unas canteras o minas de piedra que llevaban años explotando y por eso había unas cuevas o pasadizos donde los pastores se arropaban del frio y del agua.
¡Seguí, seguí que esto está muy triste pero interesante!
Espere pues, Chepe; no me acose. Como había tantos pastores escampándose, María no podía tener a su hijo delante de ellos; y como esos pasadizos eran muy amplios y largos, pasé yo con ellos y comencé a subir por dentro de la montaña…
¡Me estás acordando de las minas de sal de Zipaquirá, tan enormes dentro de la tierra!
-Yo no sé qué será eso, porque estoy en los primeros días del siglo primero después de Cristo; pero debe de ser muy interesante. Un día de estos vamos, Chepe. -Déjeme seguir, por favor. Por dentro de la mina, subiendo, resultamos saliendo a la abertura de arriba donde había un buey voliando cumbamba y José acomodó la canoa donde estaba comiendo el rumiante para convertirla en una cunita, mientras María, en un rinconcito de la cueva tenía a su bebé que lloraba de frío. Hasta pesar me daba, pero no podía hacer más que rebuznar, lo que lo asustaba más y por eso me callé.
¿Y así, de forma tan fría como lo contás sucedió todo?
-Espere y verá: Eso fue una fiesta en esa humilde cueva, hombre Chepe: En ese preciso momento aparecieron los ángeles para anunciar a los pastores que había nacido el niño Dios. Eso llegaron todos y sus esposas con faroles y teas de cebo encendidas; varias ovejas, y el tamborilero de Raphael y todos comenzaron a cantar:
“Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”. Le cuento que, hasta yo, que soy un bruto, me incliné reverente ante alguien a quien todo el mundo adoraba.
Eso debió de haber sido muy emocionante; pero me contás que después vinieron unos reyes de oriente a rendirle también tributo con tesoros y todo.
-Claro; la noticia se regó como pólvora y unos reyes vinieron a adorarlo; por fortuna no llegó el malintencionado Herodes, aunque les dijo que le avisaran cuando lo encontraran para él también alabarlo.
Uy, siquiera no le avisaron porque ese tipo pensaba era matarlo porque le daba miedo de que lo desbancara de su trono. Contáme cómo eran los pesebres de hace días, desde que San Francisco de Asís hizo el primero hace 802 años por la tardecita.
-Eran muy sencillos, hombre Chepe. Lo central era el Niño Dios, María y José en una choza, rodeados de unos animalitos y algunos pastores por allá cuidando las ovejitas. También, la estrella de Belén que guiaría a los Reyes Magos. Al lado había un árbol seco forrado de algodones semejando la nieve.
¿Por qué no damos un vueltón por el pesebre paisa para contarte más de la navidad actual?
-Vamos; pero no se me monte, Chepe, que todavía tengo peladuras en el espinazo.
Vamos por este caminito de aserrín y lleguemos al espejo donde nadan cuatro paticos; mirá esa volqueta que está sin las llantas delanteras. ¿Ves esa muñeca tuerta tirada al lado del pesebre? ¡Cuidaíto al pasar el puente que es de cartón pintado y vos sos muy pesada, Mula.
¡Pero mirá a esa oveja acostada de lados y con las patas tiesas! Siempre hay una rebelde y no se quiere parar, aunque no está enferma.
¡Mirá, mirá Mula, qué divertido! Ese gallo es más grande que las casas… y yo no sé cómo hizo esa vaca para subirse a la torre de la iglesia. ¿Ya viste esos marranitos subidos en el filo de la montaña? ¡Y todavía había dinosaurios!
Los niños variaron totalmente la historia sagrada en este pesebre; porque mirá que a pleno 16 de diciembre ya José y María llegaron a la choza, el niño ya nació y los reyes magos están llegando por detrás de las montañas persiguiendo la estrella.
– ¿Y ese gordo barbado y panzón de rojo y blanco todo burletero quién es, Chepe? –Pregunta intrigada Mula.
Ah, ese es Papá Noel, un bonachón personaje que trae los regalos a los niños en otras culturas. Porque en la paisa es el niño Dios el que los trae el 24 de diciembre.
– ¿Y los Reyes Magos también traen regalos?
Esos son más atrasaítos para traerles a los que el Niño Dios no alcanzó esa noche; aunque, dicho sea de paso, según ese villancico de “Mamá, ¿dónde están los juguetes?” hay unos niños que no se los merecen. (Aunque en realidad es porque no hay con qué). Mejor dicho: pobres y culpables. Qué pecao de los niños.
-Vamos a esa esquinita que de seguro habrá una posada como las de Belén de Judá, para que me compre heno y melaza que usted no ofrece, pero nada, Chepe. Así, con razón consiguen plata si ni hambre les da.
No, a ese local lo llaman D1 y al otro, ARA. Esto se modernizó mucho, mi ya apreciada Mula. Además, ya hay aviones, cohetes y hasta computadores para cambiar de luces, la cosa más hermosa.
–Usted es muy moderno, Chepe. Escuchando a los niños cantar villancicos, te voy a contar un chiste: ¿ qué quiere decir “Tutaina tuturumá”: pues lo mismo que “Antón tiruriruriro” o “Antón tirurirurá”. Mire que también soy divertida, Chepe.
¡Qué chiste tan perverso, Mula! ¿Sí viste que cuando terminó de leer la novena, José Carlos se paró de la banca y llevaba un chicle pegado del pantalón? Qué pecao. Y parece que estaba estrenando la percha de diciembre.
Ya Mula no lo escuchaba porque se había ida para un rincón del pesebre a rascarse en el filo de una puerta, pues durante la charla, las garrapatas, chinches y pulgas lograron llegar a su voluminoso cuerpo para hacer en la mula su propio festín navideño.
Colofón: La mula y el buey en el pesebre no aparecen en los evangelios, pero se convirtieron en figuras inseparables del pesebre desde la Edad Media, especialmente a partir del nacimiento en vivo organizado por San Francisco de Asís en Greccio (siglo XIII). Su presencia se inspira en textos proféticos del Antiguo Testamento, como Isaías 1:3: “El buey conoce a su dueño y el asno el pesebre de su señor”. Aunque no se habla de una mula, la tradición la incorporó como símbolo.
Medellín, 3 de diciembre de 2025
José Carlos
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