
AZUCENA: LA SOMBRILLA LOCA
Azucena es una sombrilla de color granate muy simpática y echada pa lante que me encontré abandonada en un escaño de la iglesia de abajo y que desde Medellín me va a ir contando su historia y la de sus homólogos, los paraguas, que a la postre sirven para lo mismo: para cubrirse del sol o de la lluvia.
– “Vení, Chepe vamos a dar un paseo por el barrio y te voy a contar nuestra historia de sombras, agua, veranos, ventarrones y tempestades. –Me dijo.
–Soy una sombrilla, como ves y primero nos inventó Dios con los árboles para dar sombra y en los hongos, unas sombrillitas que en algunos casos son tan lindas como mortales. Esa fue la génesis de nosotras, las cuales, como verás, somos muy diversas en colores y formas y tan importantes que hasta en una zarzuela cantan dizque:
“…A la sombra de una sombrilla de encaje y seda, con voz muy queda canta el amor…”
–Esa sombrilla sí es muy sofisticada y española; pero ¿sí te acordás de esas sombrillas fijas allá en el kiosco de la plaza? Son nuestros hermanos mayores: los parasoles, que han escuchado conversaciones de borrachos, pegajosos; de emboladores y hasta de amoríos furtivos.
–Esperá un momentico, hombre Chepe. ¿Vos alguna vez, de niño en tu vereda te pusiste una hoja grande de rascadera sobre la cabeza pa taparte del agua? Se me había olvidado, pero también es nuestro origen natural y silvestre.
Pero, vamos por partes en la historia que te voy a contar:
Imagináte Chepe que la palabra “sombrilla” viene de “umbra” que significa “sombra”. Y “sombrilla”, entonces, es una sombra pequeñita como la que yo te estoy dando ahora pa que no te quemés esas orejas y las ñatas tan largas que tenés.
La historia cuenta que nosotras, las sombrillas ya elaboradas por el hombre existimos en muchas sociedades antiguas, incluidas las de Egipto, Mesopotamia, China e India, donde, como siempre, servíamos para proteger a las personas importantes del sol, sirviendo también como signo de prestigio y poder. Éramos un accesorio de moda para damas; pero, al parecer, los hombres comenzaron a llevar paraguas personales apenas a mediados del siglo XIX. Hace poquito, como ves, Chepe.
Te voy a definir un poquito cómo somos, porque te veo como elevao.
Las sombrillas, o sea nosotras, somos un utensilio portátil para resguardarte de la lluvia o del sol, compuestas de un eje y un varillaje cubierto de tela u otro material, que puede extenderse y plegarse. Al abrir el paraguas, las varillas ejercen una tensión considerable sobre el tejido para mantenerlo extendido. La punta metálica ayuda a distribuir esta tensión de manera uniforme, previniendo que la tela se rasgue en el punto de mayor estrés y asegurando así su impermeabilidad y vida útil.
Cuando este mecanismo se daña, el paraguas queda como un murciélago en agonía y la sombrilla como una mariposa atrapada en una telaraña intentando zafarse. Qué pecao, pero hay gente que sale hasta con el mero palo forrao a escamparse.
Nos usan a menudo en desfiles de moda y ceremonias. Los paraguas, mis primos, son más grandes, pesados y fabricados con materiales impermeables y diseñados para proteger de la lluvia y las inclemencias del tiempo: en cambio, las sombrillas solemos ser más pequeñas, ligeras, elegantes y sensuales fabricadas con materiales no impermeables.
Unas nos abrimos manualmente y otras, de más caché, se abren automáticamente apretando un botón; lo malo es que, si están mojadas y aprietas sin querer el botón, se te cierran de una y te vacían toda el agua como a don Ramón cuando se pone el sombrero lleno de agua. Quedás como un pollito mojado delante de todos. Qué pena pa vos.
Hacéte pa un lado que ahí vienen unos paraguas todos asoliaos gritando por media calle:
“¡Mangos, papayaaaa, aguacateeee, algarrobas!”.
Y, otro con una sirena pasa veloz gritado dizque “¡Mazamorraaaa!” y, cuando salen a comprar, ya va lejos. Qué pesar.
A esos parasoles sí les toca chupar sol y agua todo el día. En cambio, los paraguas en “Mary Poppins” y los de “Cantando bajo la lluvia” sí fueron famosos en el cine. Aunque sin ellos, no hubieran sido tan exitosas esas películas.
Vení te cuento algunas cosas divertidas de nosotras, porque, aunque parecemos serias, también tenemos anécdotas:
En una obra de teatro en Medellín, un actor debía abrir su paraguas en medio de una tormenta ficticia. Pero el paraguas se negaba a abrirse. El encartado actor improvisó: “¡Ni el cielo quiere que me proteja de su furia!” El público pensó que era parte del guion y aplaudió la intensidad dramática. Desde entonces, el paraguas fue bautizado como “El divo”.
La fe sin paraguas.
Un pueblo entero estaba haciendo rogativas para que lloviera porque el verano era muy intenso y prolongado. El sacerdote pedía a Dios:
-Señor; si Tú quieres, mañana enviarás un diluvio a este pueblo.
¿Lo creéis, queridos hermanos?
Sí, claro; amén. -Respondieron todos.
Al otro día la gente se reunió en la plaza a esperar el milagro y extrañado, el padre preguntó a la multitud:
– ¿Creéis todavía que llegará la abundante lluvia hoy?
– ¡Sí; creemos! -Gritaron al unísono.
– ¿Y por qué entonces, nadie trajo paraguas? -Dijo el sacerdote muy afligido y el silencio fue abrumador.
Ahora que vamos por el puente de la Terminal del Norte, es mejor que me agarrés fuerte Chepe, porque una ráfaga de viento puede desbaratarme y dejarte con el mero palo en la mano.
¡Te lo dije! Aquí voy volando convertida en cometa toda loca, por lo atembao que sos vos. Me abro del parche; chao pues y hasta siempre.”
Ñapa:
¿Qué se necesita para que cinco personas estén bajo un paraguas y que no se mojen?
-¡Pues, que no llueva!
Glosario:
-Más caché: Más estatus, categoría y elegancia.
-Hacéte. Hazte.
– Ñata: Nariz
-Asoliao. Tostado y decolorado por el sol.
-Como elevao, atembao: como ido, desentendido de algo.
Medellín, 14 de agosto de 2025

José Carlos
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Acumular durante años en su memoria historias, consejas, anécdotas, dichos y apodos para luego contarlas en un lenguaje sencillo, amable y humorístico fue una tarea que se impuso José Carlos Tamayo Giraldo hace más de 25 años para acrecentar el amor de sus paisanos hacia su pueblo, Granada.